
Variaciones en blanco. 2019









Patricia Zangaro sobre "Variaciones en blanco"
Las delicias de un reto
Nada es lo que parece en estas Variaciones en blanco de Carlos Correa. La espera en vano de un acontecimiento importante – en este caso, la llegada de Madre para revelar un milenario secreto- pareciera reescribir la escena arquetípica del teatro contemporáneo. Pero no hay ninguna intención de reflexionar sobre el absurdo de la existencia en esta obra refractaria a todas las etiquetas. Un mecanismo especular – no hay símbolo más asociado a la “representación” de la realidad, al revés, a la apariencia que el espejo – estructura estas Variaciones como un juego permanente de repeticiones, giros e inversiones que no tienen otro fin que el goce propio de toda experiencia lúdica. Así es como la Madre- Arcano de la primera escena se convierte en una mamushka que los personajes arman y desarman en la segunda, aunque de su mano surja al final una revelación tan jocosa como inesperada: “la mamushka genera una baba blanquecina en la masa encefálica” que embota todos los sentidos y que lleva a la inmovilidad y “la espera vana de un acontecimiento salvador que nunca llega”.
Carlos Correa echa mano de cuanto recurso verbal esté a su alcance para construir su ingeniosa maquinaria. Así, el espacio de resonancias pampeanas extrañamente nevado de las escenas impares se transforma en las pares en el paisaje naturalmente blanco de la estepa siberiana por vía de varias estrategias del lenguaje. Los personajes de Nicanor, Adela y Abel continúan llamándose del mismo modo en toda la obra, pero se increpan con nombres rusos, Nicolai, Anya e Ivancevich, en el espejo eslavo. Los perros que han callado en la primera escena son los lobos que han aullado toda la noche en la segunda. Pero también, a fuerza de espejarse, ambos mundos empiezan a contaminarse y Adela puede preguntarse qué hace un halcón siberiano en la geografía autóctona así como en su reflejo ruso Anya descubre un bicho exótico que vio en una enciclopedia sobre las pampas argentinas. Del mismo modo, Nicanor no entiende de dónde le vienen palabras como “enmamushkada” o “Vladimir” mientras que su espejo Nicolai se sorprende cuando en su discurso irrumpe un personaje como Patoruzú o algún insulto argentino. Para diseñar al “minusválido” Abel, Carlos recurre a la repetición de refranes y frases de personajes famosos del deporte o la política que se disuelven finalmente en una letanía de vacuos palíndromos. Por el contrario, su reflejo siberiano, Ivancevich, desgrana una verborragia memoriosa, aunque colmada de recuerdos tan inútiles como la cantidad de piezas que contenía la mamushka más grande de la Historia. “Su mente se ha quedado en algún momento vivido con Madre” dirá de Abel Adela en la escena final, volviendo a replicar el juego de espejos que en el mundo eslavo explicaba el mortífero poder embrutecedor de la Mater-Matrioshka.
Variaciones en blanco es un artificio sagaz y delicioso que propone un desafío tanto para quienes la lleven a escena como para el público. Auguro que con esta edición no sean pocos los que acepten el reto.
Actúan: Sofía D´Amelio, Carlos González y Luis González.
Fotografía: Federico Winer.
Diseño Gráfico: Flecha volando diseño para artistas.
Iluminación: Sergio Iriarte.
Vestuario: Carlos Correa.
Escenografía: ¨DT¨Ana Diaz Taibo.
Asistencia de dirección: Antonella Pais.
Texto y dirección general: Carlos Correa.